Besos sin gusto. Abrazos sin emoción. Tu boca un misterio sin puerto. Mis ojos sin devoción. Corriendo en un canal de dudas, brincando sin intención. Liberando toda esa angustia de adentro del corazón.
No sé de dónde vino. Ni a dónde querrá ir. Pero se tiene que ir.
Frenar las alertas. Cerrar las puertas, impedir esa poción. Librarnos del disfraz. Cómo volver. Cómo volver sin escapar. Cómo entender, sin perder, sin sufrir, sin drenar. Mi mente es un infierno que no quiero habitar. Mis dudas me llevan a donde no quiero llegar. Dónde quedarme, dónde instalarme, me parece todo tan inmenso y tan incierto, tan falto de seguridad.
Correr, corro y gasto esa energía. Y ya no queda más para el día que no sea buena onda y alegría. Pero, y lo otro? dónde quedó? dónde van aquellos pensamientos que queremos evadir? realmente se van?
Elegimos el foco de lo que queremos manifestar. Si pensamos en negativo ya sabemos que fundamos negatividad. Y dónde queremos ir a parar sino a un camino donde todo sea negro? No vamos a ningún lado. Elegimos qué acciones manifestar. Qué cosas hacer para tener tal o cual resultado, todo está en uno. Pero a veces de verdad, es la ansiedad, ese bombeo en el pecho que no te deja salir, que no sabes dónde ir, que pensas que nadie puede resguardarte si vos no lo hacés, si vos no lo buscás. Y caés. En la conducta incorrecta, en la charla incorrecta, en el caos incorrecto. En el que no querés estar.
Elegimos.
Los momentos. Las personas, las tenemos que cuidar. Y nadie puede ser víctima de tus mambos. Nadie. Sólo vos mismo, y los tenes que manejar. Acaso habrá otra manera? Nada intrínseco de los malos pensamientos puede evacuar claridad.
Peace is the way of love
Nunca perdí el impulso de seguir. De entender dónde si y dónde no. Nunca dejé de interpretar señales, de escucharme a mi, aunque a veces todo sea ensordecedor. Siempre me tuve, ahí, firme y guiándome, aún en esos momentos que me costaba salir de la cama, que me costaba poderme mantener en pie. Ahí estuve, abrazándome, aunque la niebla no me dejara ver. Nunca me perdí, jamás, siempre me tuve, aunque ese "tenerme" haya sido de manera celestial, espiritual, etérea. Siempre pude hablar conmigo, a través de una pluma, a través de un papel. Nunca dejé mis cuadernos, ni mis libros, ni el ejercicio de mi mente. Eso siempre me impulsó a seguir. Eso, se puede decir, mi esencia, me acompaña hace un gran tiempo. Y es mi impulso, mi mente es mi impulso, aquella que siempre sabe dónde dirigirse aunque se encuentre por momentos en un vaivén de posibilidades. A ella escuché, a veces más y a veces menos, supe cuándo escucharla y cuándo tenía la posibilidad de ignorarla. Decidí ver y decidí c...