Nunca me puse a pensar en el significado de un viaje, ni de la relación que este comparte con la vida. Qué increíbles son las jornadas, porque nos enseñan y nos dejan la libertad de decision todo el tiempo. Decidimos, en un viaje no dejamos de decidir. Y junto con nuestras propias decisiones está el misterio, aquello que esperamos y aquello que no. El misterio es lo que nos hace estar vivos, como también el desapego de saber que lo que hoy es, mañana capaz cambie, y pasado quizás vuelva, pero eso en el presente es imposible de saber. El misterio a veces lo encontramos como algo malo, pero es aquel que nos enseña a no esperar nada, a quizás sufrir por el hecho de nunca saber, pero sufrir nunca es malo, es decir, puede serlo durante un período de tiempo, pero es lo que más nos lleva a crecer.
Es en el viaje, en donde aprendemos a no agarrarnos de nada. Ni de la idea que tenemos de las cosas, ni de los planes que decimos sostener. A veces todo cambia, en algunas esquinas todo se transforma. Y el viaje te enseña a estar abierto a todo eso.
Nunca pensé que iba a aprender tanto de la vida hasta que empecé a viajar. Uno arranca de lo conocido, y se va por caminos en los que lo desconocido es lo más significante, en los que la incertidumbre juega un papel crucial. Y nunca estamos preparados, ni para adaptarnos ni tampoco para cambiar esos planes que deciamos tener. Pero el viaje lo promueve, y la sensación de libertad es inigualable, al igual que el camino que tenemos frente. Es la vida misma.
Aprendemos a vivir cuando aprendemos a viajar. Cuando sabemos soportar ese no saber, cuando aprendemos a no llevarnos desilusiones, porque dejamos de esperar. Dejamos de proyectar un horizonte porque no lo hay, porque al fin y al cabo nos damos cuenta de que no lo necesitamos. Es que empezamos a entender que somos libres, tan libres como un pájaro que va en caída libre hasta que decide aterrizar, para luego seguir volando. Y qué mejor que eso. Qué mejor que saber de cambios. Qué mejor que saber que todo es pasajero, que la vida es una sola, y que si nos centramos en sufrir nos drenamos. Es un arte aprender que la vida es un viaje, así como uno pierde, también uno gana, pero lo crucial es saber disfrutarlo.
Peace is the way of love
Nunca perdí el impulso de seguir. De entender dónde si y dónde no. Nunca dejé de interpretar señales, de escucharme a mi, aunque a veces todo sea ensordecedor. Siempre me tuve, ahí, firme y guiándome, aún en esos momentos que me costaba salir de la cama, que me costaba poderme mantener en pie. Ahí estuve, abrazándome, aunque la niebla no me dejara ver. Nunca me perdí, jamás, siempre me tuve, aunque ese "tenerme" haya sido de manera celestial, espiritual, etérea. Siempre pude hablar conmigo, a través de una pluma, a través de un papel. Nunca dejé mis cuadernos, ni mis libros, ni el ejercicio de mi mente. Eso siempre me impulsó a seguir. Eso, se puede decir, mi esencia, me acompaña hace un gran tiempo. Y es mi impulso, mi mente es mi impulso, aquella que siempre sabe dónde dirigirse aunque se encuentre por momentos en un vaivén de posibilidades. A ella escuché, a veces más y a veces menos, supe cuándo escucharla y cuándo tenía la posibilidad de ignorarla. Decidí ver y decidí c...