Viendo fotos viejas pensé que extraño mi viejo balcón. Sus destellos de sol al mediodía traspasando mi ventanal principal, los cafés con leche que tanto me gustaba tomar. La comodidad que solía conocer y que ahora puedo extrañar. O quizás no, quizás sea el olor a sahumerio con el que arrancaba mis mañanas, o la música que subía el volumen de mis días. Qué bonito estaba todo eso, y qué sola me sentía. Una dicotomía difícil de entender, porque el ser humano suele asociar el lugar de comodidad con el sentirse lleno. Y me pasa tan al revés. Es que extraño cosas que, quiera o no, puedo vivir en todos lados. Pero el sentimiento de soledad se va cuanto más me alejo de casa, y vuelve al estar en mi país, durmiendo en mi cama.
Extraño situaciones. Momentos, aquellos a los que en ese mismo instante les quería escapar, por no sentirme en tiempo y espacio. Extraño a mi mascota, que si no fuera por dinero la llevaría conmigo a recorrer el mundo, a sentirnos en casa en cualquier lado que vayamos. Porque eso me pasa. No siento que pertenezco a un sólo lugar, siento que la inmensidad del planeta me aloja donde quiera que vaya.
Entonces no importa el espacio físico sino el sentimiento que me acompaña mientras vivo el día a día. Mientras me hallo conmigo misma. Lejos de casa me encuentro. Me puedo hablar, puedo re conectar conmigo. Y no le estoy huyendo a nada, porque soy consciente de todo aquello que pasa en mi ausencia, y lo siento tanto como si estuviera cerca. Pero no me pesa no estar. Siento el cariño de mis allegados más a la distancia. Valoro los mensajes y las llamadas más a la distancia. Creo que el amor verdadero puede sentirse más a la distancia. Y quizás sea mi padre quien me enseñó eso, o quizás sean las distintas experiencias de vida que fui teniendo. La cuestión es que por algo que todavía no logro entender, sé querer mucho a la distancia. Y querer fuerte. Y quizás es por eso que no extraño, porque siento a mi gente tan adentro que no necesito estar cerca.
Extraño? Qué extraño? Quizás pueda extrañar mis calles, mi cultura, la locura desenfrenada de mi gente, la viveza con que todo se mueve, pero qué más? Mi familia está en mi alma. La llevo donde quiera que esté. Me siento llena, llena de amor. Nunca me sentiría sola porque sé que donde quiera que esté, mi alma está completa.
Peace is the way of love
Nunca perdí el impulso de seguir. De entender dónde si y dónde no. Nunca dejé de interpretar señales, de escucharme a mi, aunque a veces todo sea ensordecedor. Siempre me tuve, ahí, firme y guiándome, aún en esos momentos que me costaba salir de la cama, que me costaba poderme mantener en pie. Ahí estuve, abrazándome, aunque la niebla no me dejara ver. Nunca me perdí, jamás, siempre me tuve, aunque ese "tenerme" haya sido de manera celestial, espiritual, etérea. Siempre pude hablar conmigo, a través de una pluma, a través de un papel. Nunca dejé mis cuadernos, ni mis libros, ni el ejercicio de mi mente. Eso siempre me impulsó a seguir. Eso, se puede decir, mi esencia, me acompaña hace un gran tiempo. Y es mi impulso, mi mente es mi impulso, aquella que siempre sabe dónde dirigirse aunque se encuentre por momentos en un vaivén de posibilidades. A ella escuché, a veces más y a veces menos, supe cuándo escucharla y cuándo tenía la posibilidad de ignorarla. Decidí ver y decidí c...