El tiempo se hace agua, lo veo caer sobre mis manos, siento que se desvanece, se esparce y desaparece. El reloj avanza, mientras cada uno da sus pasos, a la par del viento, a no ser de incierto. Y los sentimientos avanzan, quizás no con el tiempo, quizás no como el agua. Quizá avanzan y retroceden, se hacen nudos para luego desatarse, se hacen piedra para luego ablandarse... y el tiempo no sabe acompañarlos.
El tiempo no quiere saber de estructuras, de planes: el tiempo sólo fluye, queriéndose escapar de aquella rutina insaciable. Los sentimientos tampoco quieren horarios, tampoco quieren tiempo: quieren fluir a lo largo del momento circundante y no desvanecerse jamás.
Qué cosa abstracta es el tiempo, cuando miramos hacia atrás y pasó tan poco, y a la vez tanto. O mejor dicho pasó poco y a la vez significó tanto y tan diferente para cada persona. Como seres que moldean el tiempo: como humanos que sienten e intentan seguir una rutina seca y amarga.
El tiempo no es lo que sentimos: es aquella base inerte que viene a desesperarnos y a hacernos actuar porque sí, intentando apurar aquellos sentimientos que no sabemos ordenar a medida que pasa el tiempo.
Peace is the way of love
Nunca perdí el impulso de seguir. De entender dónde si y dónde no. Nunca dejé de interpretar señales, de escucharme a mi, aunque a veces todo sea ensordecedor. Siempre me tuve, ahí, firme y guiándome, aún en esos momentos que me costaba salir de la cama, que me costaba poderme mantener en pie. Ahí estuve, abrazándome, aunque la niebla no me dejara ver. Nunca me perdí, jamás, siempre me tuve, aunque ese "tenerme" haya sido de manera celestial, espiritual, etérea. Siempre pude hablar conmigo, a través de una pluma, a través de un papel. Nunca dejé mis cuadernos, ni mis libros, ni el ejercicio de mi mente. Eso siempre me impulsó a seguir. Eso, se puede decir, mi esencia, me acompaña hace un gran tiempo. Y es mi impulso, mi mente es mi impulso, aquella que siempre sabe dónde dirigirse aunque se encuentre por momentos en un vaivén de posibilidades. A ella escuché, a veces más y a veces menos, supe cuándo escucharla y cuándo tenía la posibilidad de ignorarla. Decidí ver y decidí c...