Cazo mis auriculares y me desplazo en el sillón. Afuera hay viento, está nublado: el clima de Florida es tan inestable, a veces me siento así. Sostengo mi taza de café y pienso qué lindo sería detenerme durante todo el día el silencio matutino, tan sereno, tan disperso... Ese silencio que nos deja escuchar y enclarecer pensamientos, ese silencio que nos permite sentir en paciencia, sentir sin demencia. 
Reflexionando me di cuenta de que a veces es lindo dar una pausa. Sostener la mirada un momento y analizar todo tipo de inseguridad; porque ésta es como el viento, nunca sabemos en qué dirección vendrá. Necesitamos dejar fuera esa necesidad de explayar por el mundo nuestros sentimientos, y guardarlos profundamente, cuidarlos hasta creer necesario expandirlos. Hay que entender que la expansión sin límites nunca es positiva. En todo contexto hay bordes que nos marcan hasta dónde podemos llegar sin cruzar límites dañinos. Y el camino es por ahí. Perderse, nunca es bueno. Ni en pensamientos, ni en situaciones, ni en contextos. Donde te perdés, también perdés el control de tus emociones, de tu esencia. No te dejes ir. Vos sos vos, la situación es externa, no te consume, no te aprisiona. 
Sos libre, de pensar, de sentir, de volar. Y todo eso mientras no te haga daño va a ser el camino correcto. No lo dudes. Donde todo te haga bien, simplemente no te vayas. Sostené ese silencio, haceme caso, es en el silencio donde se escuchan los gritos del alma. 

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