Cierro los ojos y me autocentro, sé que lo intenso está adentro. Sé que es producto de mis pensamientos. Sé que la inseguridad que cargo me sucumbe y no me deja disfrutar. Sé que puedo soltar esos viejos preceptos. Sé que puedo alejarme de eso. 
Mi alma. Vacía. La puedo sentir cómo me quiere anunciar que me deje fluir, que me deje ser, y mi mente no quiere, quizás, frenar... No quiere, quizás, confiar...
Sé y no siento, siento y no sé, realmente no puedo combinar el sentir con el saber, es como si no pudiera hacerlos uno, es como si no pudiera detenerme y generar fusión.
Entonces por un lado lo que pienso, por el otro lo que siento. Y se molestan. Y a veces no me dejan dormir. Y a veces la mente envía un gran zumbido a mi alma, y siento esa presión en el pecho, que es mi alma defendiéndose de esos pensamientos que vienen a molestar. Y esa angustia, que me auto genero, que me auto destruyo, que va todo por dentro... Esos pensamientos que no sé (o sí sé) de dónde vienen, esos sentimientos que son tan fuertes.. que no quieren trasladarse a palabras, que no quieren salir por miedo a ser saboteados.
Cuándo será el momento en el que pueda establecer un acuerdo interno, en donde las voces de mi cabeza quieran escuchar y asentir con las del alma, llegar a saber que las carencias generan demencias, que no siempre hay que escucharlas, que no siempre hay que ponerlas en primer lugar, que no siempre hay que dejarlas salir a flote... Hay que identificarlas.
Y el alma sabe de identificar, el alma sabe de intuir, el alma sabe que mis pensamientos sólo vienen a molestar y a no dejarme disfrutar. La conexión entre mente y disfrute no siempre es armoniosa, lo sé, y cuesta, cuesta mucho apagar esos pensamientos. 

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