Como las hojas cayendo sobre la tierra, en un frío agosto en donde todo es gris y la neblina ya no deja ver. Como la sintonía que provoca tu mirada por encima de una sólida taza de café. Como la lluvia cuando arranca y de repente frena y luego truena... A veces no te entiendo
El sendero se bifurca y me veo obligada a tomar un camino, pero elijo acostarme sobre hojas de otoño que con sus sonidos no me dejan pensar. Miro el cielo y confío en estar disfrutando, creo que una nube se parece a vos.
Elijo sin saber por qué un destello de luz que me permite desatar una leve sonrisa. Me sorprendo por mi elección pues se lo que me hace bien. Y es cuando cierro los ojos que escucho el sonido del viento.
Poco a poco siento que naufrago, en un mar infinito sin ningún rumbo más que algo que dice la intuición, algo que creo saber y no quiero pronunciar. El viento me ayuda a poder avanzar. Nunca me sentí así. Nunca pensé que sea real. El saber que arribaré en una costa donde seamos yo y mi alma y nadie más. Y el saber que quiero llevar conmigo ese destello de luz, pero que debo dejarlo atrás. Me veo feliz. Me siento feliz. Corro sobre las costas y me sumerjo en el mar. Nado. Amo nadar. El sentir el agua tocar mi cuerpo y querer estallar. El estar bajo el agua y percibir un mundo nuevo, en el que nuestras almas no existen. Elijo emerger. Despierto.
Veo denuevo el cielo. Escucho el sonido de las hojas a medida que me muevo. No entiendo qué pasa. Mi mente viajó y supe entender qué ocurría en mi interior. Supe que no puedo elegir más de un camino pero si que fue lindo conocerte. Voy a volver a encontrarte. Y que capaz te entienda. Y que capaz me sorprendas. Primero debo viajar.

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