Escribo.
Escribo cuando los pensamientos se quedan atorados, cuando la mente ya no puede auto-responderse, ni auto-manejarse, sólo escribo. En una especie de estado automático, comienzo a mover mis dedos sobre el teclado, sin saber para dónde me voy a dirigir. O capaz se lo dejo al sentir. O capaz a lo que me va pasando por la mente, eso que ya no se qué es, eso que pierdo, que lo cegué.
Escribo por lo general en la noche, cuando las esperanzas son bajas y los sonidos también. Prefiero escribir en penumbra porque puedo focalizar mis miedos de una mejor manera y mis egos vagan por fuera. Mi risa ya no es externa, la brisa ya no me peina, el cielo está muy oscuro, escribo a fuego y mientras me curo.
Si, me curo. Porque escribiendo me encuentro. Porque sé dónde estoy y a dónde voy, y por más de que me enrede en una escalera caracol y voy directo hacia arriba, o a veces hacia abajo, o a veces en ambos sentidos. Y por más de que mi mente piense de una manera quizás al segundo saco una conclusión distinta y borro. Y escribo... ay, escribo...
No puedo dejar de escribir. Y menos cuando la mente no me deja dormir. Y menos cuando hay tantas preguntas sin respuesta, tantos recuerdos en subasta, tantos juegos sin apuestas... y se pierde el sentido.
Y las letras lo encuentran. Y le dan un significado al momento, al relato. Poco a poco todo va formando un estrato. Y siento que puedo estar en paz.
Qué lindo es encontrarme a traves de las letras. De los párrafos que salieron del impulso que llevo dentro, ese que no se para dónde canalizar. Cuánto impulso. Y qué poco titubeo. Así soy. Un terremoto inesperado que rompe con lo que hacía dos segundos parecía estar construido. Qué ocurrente. Qué inmenso. Qué divertido.
Escribir, entre otras tantas cosas que me gustan, me ayudó a centrarme en mi, a fijarme en mi, a abrazarme en muchos casos, y a expresarme mejor que nunca en otros. La comunicación siempre fue mi fuerte. Y me ayudó, junto con el arte, la música y los viajes a fluir en mi propio universo, ese que tanto me costaba construir y habitar.
Y acá estoy ahora. Con más certezas que dudas, al revés de como solía ser. Y con muchas preguntas inconclusas pero con más metas en mente. Con muchos sentimientos revueltos y muchas cosas fuertes superadas. Creo que cada día me declaro más fuerte. Y me sorprendo. Y me escribo, para no perderme, para ser más fuerte, para contenerme.
Un sinfín de sentimientos. De aquellos que intenté guardar pero hoy me di cuenta que no pude. El entender que, aquella persona que hace tiempo creía irreal hoy es tangible, palpable, y única. Que puedo besar sus labios sin luego escuchar reproches. Que puedo regalarle mil sonrisas sabiendo que luego no se transformarán en lágrimas. Que puedo decir, actuar, caminar tal cual yo quiera, pero a la vez a su lado. Que tengo su amor incondicional garantizado. Que de verdad, no la creía real. Que en verdad, me cuesta creer todavía su transparencia. Su bondad, su increíble alma millonaria, su corazón de oro, su mirada empírica. Que a veces la felicidad es tan desconfiada, parece mentira poder estar tan bien al lado de alguien, poder reír más que quejarme. Sos vos. Es tu manera de ser que me atrapa y me obliga a seguirte. Me llevas por un mundo de colores brillantes, en el que todo me asombra, en el que todo es nuevo para mi. Estupefacta mi mirada cuando me robas las palabras del pensamie